mi hermana y Gerardo
pasearon en azoteas lejanas,
en tiempos de viento,
y sus libros
cayeron entre edificios
(así fue como Chuck y Váldez
se enfrentaron al abismo)
y recuerdo que frágiles eran,
y que fácil pasaron
de una vida a otra,
con los dedos
cruzados a la espalda.
hizo que durmiera a su lado,
sólo por venganza,
y cuando Gerardo destrozó el televisor
supo que era el último día,
y así se marchó,
dejó un cuento para sordos
y una canción de los strokes
(Our lives
are changing lanes).
arrojó la botella de vodka,
y así por las calles del centro,
fue lo último que supimos de él.
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